Publicado: 28 Ago 2006 21:17
De Diario de Sevilla.
Se va Joaquín, pero nos queda Lopera
LUIS CARLOS PERIS
sevilla. El domingo tres de septiembre se cumplen los seis años del debut de Joaquín Sánchez en el Betis, pero el futbolista más carismático criado en la cantera bética tras aquel Rafael Gordillo que rompió todos los registros va a cumplir esa efeméride fuera de cobertura, lejos del club que lo engendró como futbolista. Ayer, con su fichaje por el Valencia, se consumaba una noticia muchísimas veces anunciada en este tiempo que arrancaba cierto 3 de septiembre del año 2000 en San Lázaro, el campo de la Sociedad Deportiva Compostela.
Era la reaparición del Betis en Segunda División tres meses después de que Anelka y Roberto Carlos le visasen el pasaporte a la categoría de Plata y al equipo verdiblanco lo adiestraba Fernando Vázquez. Primer partido de Liga y último de Oli como ariete del Betis, un sórdido empate sin goles en el electrónico y el esperanzador debut de un chaval al que muchos ven como el sustituto natural de Figo en el concierto mundial, Joaquín Sánchez Rodríguez, simplemente Joaquín, hijo de Aurelio, el singularísimo dueño del bar El Chino en la Ribera del Marisco del Puerto de Santa María.
Con el desparpajo por bandera, Joaquín se hace inmediatamente con la titularidad. Ya nadie echa de menos a Finidi, su antecesor en la banda derecha de Heliópolis. El portuense tiene carisma y una jugada en la que deja atrás a medio Sevilla en el derbi del Sánchez Pizjuán lo graba a fuego en el sitio de honor del corazón del bético, de cualquier bético. Joaquín Sánchez, nacido el 21 de julio de 1981 junto al Guadalete, está predestinado a la gloria de los estadios tras haber desechado la primera que anheló, la que se consigue vestido de seda y oro bajo el sol de las cinco en todos los relojes de la tarde.
Ya con el Betis en Primera División, bajo la batuta de Juande Ramos, muchos del entorno temen que la vida que lleva no le deje progresar, que torres muy altas han caído y Joaquín se deja llevar demasiado por la luz de las estrellas y por la compañía de las muchas moscas que revolotean alrededor del panal que es un futbolista de su categoría. En su debut en la División de Honor, Joaquín le forma un auténtico lío a Roteta en La Rosaleda, ¿verdad, Juande?, y le enseña la matrícula a Roberto Carlos ni se sabe de veces en la tercera jornada de Liga con todo a favor de querencia, en Heliópolis, o sea.
Le entra un ataque de risa formidable la noche en que Lopera interrumpe, con Juande de la mano, los fastos por Halloween en casa de Benjamín, pero los malos augurios van perdiendo sentido mientras él desborde como desborda a estribor, siempre a estribor. Bromas del destino, le toca debutar con España frente a Portugal, el equipo de Luis Figo, su espejo, su meta a seguir. Es el 13 de febrero de 2002, goles de Jorge Costa y de Morientes, el seleccionador es José Antonio Camacho y nadie duda de que será de la partida en el inminente Mundial a celebrar en Corea y Japón.
Y curiosamente con Morientes, con su ahora compañero valencianista, protagonizará la jugada que más frustración llevaría al aficionado español. Es el 22 de junio, se juega en Gwangiu frente a Corea del Sur, la anfitriona, no hay goles y en éstas que el bético vuelve a llegar al fondo para que Morientes cabecee a la red. Pero surgió ahí la figura de un egipcio de infausto recuerdo para no darle validez al gol. Tanda de penaltis, nadie falla hasta que llega a Joaquín y a España, que se hace tarde, en cuartos, como ya es moneda de uso corriente.
Pero ya es un fijo en la selección, hace dos temporadas discretas en el Betis de Víctor Fernández con cimas como la de Riazor ante el Deportivo de Irureta, juega con el Betis en Europa, es titular en la Eurocopa de Portugal y toca le cielo con las manos la noche del 11 de junio de 2005 en el Vicente Calderón. Es el Betis impresionante de Lorenzo Serra en el que Joaquín cobra especial protagonismo junto a Ricardo Oliveira, muy especialmente en las recordadas tardes ligueras del Camp Nou y de San Mamés.
Campeón de Copa ante Osasuna, el mundo contempla una foto en la que Joaquín, el hijo de Aurelio, le da rienda suelta a lo que lleva dentro con media verónica al aire del Manzanares mientras el beticismo vive un nirvana que no duró demasiado. Campeón de Copa del Rey, clasificado para la Champions en el Louis II de Mónaco, las ofertas se disparan, pero Lopera promete que seguirá siendo disfrutado por los béticos. Así hasta que el propio Joaquín, no se sabe si por iniciativa propia, rompía la baraja la semana anterior declarando que no quería seguir en su equipo de toda la vida. Todo se ha consumado, su último gol bético se lo hacía al Cádiz de Oli en la final del Carranza, un gol bellísimo que no sirvió para nada y la pregunta del bético de a pie es la de qué Betis es el que queda sin Joaquín o la de ¿cuánto de los 25 kilos que paga el Valencia revertirá en el Betis? Se va Joaquín y quizá Oliveira, pero siempre nos quedará Lopera; ésa es la cuestión.
Se va Joaquín, pero nos queda Lopera
LUIS CARLOS PERIS
sevilla. El domingo tres de septiembre se cumplen los seis años del debut de Joaquín Sánchez en el Betis, pero el futbolista más carismático criado en la cantera bética tras aquel Rafael Gordillo que rompió todos los registros va a cumplir esa efeméride fuera de cobertura, lejos del club que lo engendró como futbolista. Ayer, con su fichaje por el Valencia, se consumaba una noticia muchísimas veces anunciada en este tiempo que arrancaba cierto 3 de septiembre del año 2000 en San Lázaro, el campo de la Sociedad Deportiva Compostela.
Era la reaparición del Betis en Segunda División tres meses después de que Anelka y Roberto Carlos le visasen el pasaporte a la categoría de Plata y al equipo verdiblanco lo adiestraba Fernando Vázquez. Primer partido de Liga y último de Oli como ariete del Betis, un sórdido empate sin goles en el electrónico y el esperanzador debut de un chaval al que muchos ven como el sustituto natural de Figo en el concierto mundial, Joaquín Sánchez Rodríguez, simplemente Joaquín, hijo de Aurelio, el singularísimo dueño del bar El Chino en la Ribera del Marisco del Puerto de Santa María.
Con el desparpajo por bandera, Joaquín se hace inmediatamente con la titularidad. Ya nadie echa de menos a Finidi, su antecesor en la banda derecha de Heliópolis. El portuense tiene carisma y una jugada en la que deja atrás a medio Sevilla en el derbi del Sánchez Pizjuán lo graba a fuego en el sitio de honor del corazón del bético, de cualquier bético. Joaquín Sánchez, nacido el 21 de julio de 1981 junto al Guadalete, está predestinado a la gloria de los estadios tras haber desechado la primera que anheló, la que se consigue vestido de seda y oro bajo el sol de las cinco en todos los relojes de la tarde.
Ya con el Betis en Primera División, bajo la batuta de Juande Ramos, muchos del entorno temen que la vida que lleva no le deje progresar, que torres muy altas han caído y Joaquín se deja llevar demasiado por la luz de las estrellas y por la compañía de las muchas moscas que revolotean alrededor del panal que es un futbolista de su categoría. En su debut en la División de Honor, Joaquín le forma un auténtico lío a Roteta en La Rosaleda, ¿verdad, Juande?, y le enseña la matrícula a Roberto Carlos ni se sabe de veces en la tercera jornada de Liga con todo a favor de querencia, en Heliópolis, o sea.
Le entra un ataque de risa formidable la noche en que Lopera interrumpe, con Juande de la mano, los fastos por Halloween en casa de Benjamín, pero los malos augurios van perdiendo sentido mientras él desborde como desborda a estribor, siempre a estribor. Bromas del destino, le toca debutar con España frente a Portugal, el equipo de Luis Figo, su espejo, su meta a seguir. Es el 13 de febrero de 2002, goles de Jorge Costa y de Morientes, el seleccionador es José Antonio Camacho y nadie duda de que será de la partida en el inminente Mundial a celebrar en Corea y Japón.
Y curiosamente con Morientes, con su ahora compañero valencianista, protagonizará la jugada que más frustración llevaría al aficionado español. Es el 22 de junio, se juega en Gwangiu frente a Corea del Sur, la anfitriona, no hay goles y en éstas que el bético vuelve a llegar al fondo para que Morientes cabecee a la red. Pero surgió ahí la figura de un egipcio de infausto recuerdo para no darle validez al gol. Tanda de penaltis, nadie falla hasta que llega a Joaquín y a España, que se hace tarde, en cuartos, como ya es moneda de uso corriente.
Pero ya es un fijo en la selección, hace dos temporadas discretas en el Betis de Víctor Fernández con cimas como la de Riazor ante el Deportivo de Irureta, juega con el Betis en Europa, es titular en la Eurocopa de Portugal y toca le cielo con las manos la noche del 11 de junio de 2005 en el Vicente Calderón. Es el Betis impresionante de Lorenzo Serra en el que Joaquín cobra especial protagonismo junto a Ricardo Oliveira, muy especialmente en las recordadas tardes ligueras del Camp Nou y de San Mamés.
Campeón de Copa ante Osasuna, el mundo contempla una foto en la que Joaquín, el hijo de Aurelio, le da rienda suelta a lo que lleva dentro con media verónica al aire del Manzanares mientras el beticismo vive un nirvana que no duró demasiado. Campeón de Copa del Rey, clasificado para la Champions en el Louis II de Mónaco, las ofertas se disparan, pero Lopera promete que seguirá siendo disfrutado por los béticos. Así hasta que el propio Joaquín, no se sabe si por iniciativa propia, rompía la baraja la semana anterior declarando que no quería seguir en su equipo de toda la vida. Todo se ha consumado, su último gol bético se lo hacía al Cádiz de Oli en la final del Carranza, un gol bellísimo que no sirvió para nada y la pregunta del bético de a pie es la de qué Betis es el que queda sin Joaquín o la de ¿cuánto de los 25 kilos que paga el Valencia revertirá en el Betis? Se va Joaquín y quizá Oliveira, pero siempre nos quedará Lopera; ésa es la cuestión.