Vicent Molins en Plaza deportiva escribió:Adiós a la placidez de cuando nadie quería poder pagar a Bankia
Si hablamos de fidelidad a una causa, Salvo, insisto en ello, es el Karanka de Lim en versión muy mejorada. Sin Salvo, y su lucha de barro, Lim sería otro Wanda del proceso...
Qué refriega de hechos insólitos en las últimas 48 horas. Donde antes una convocatoria multitudinaria por internet ("a las 6 a Mestalla") congregaba a cuatro gatos, ahora fueron 5.000. Donde todo estaba roto, todo iba a estar hecho. Qué refriega, en la que el hincha no era simple testigo, sino partícipe en condición de escudo humano. Lo que se rugía pasó a formar parte de la tensión negociadora mientras Bankia y Lim desencadenaban los últimos minutos de una partida humeante, a cara de perro, en la que el banco ha forzado con sus cartas (ojalá todos los bancos, ojalá la propia Bankia, hubieran mantenido un afán así de garantista ante cualquier operación) y el comprador ha alardeado de poder popular a modo de músculo para sellar el trato.
Lo cierto es que el único que no tenía demasiado que perder era Peter Lim ("no ha presentado oferta", "sólo tiene un papelito"). Ha estado jugando en posición de ventaja: un club muy necesitado y un banco al que, a pesar de lo que podía parecer, le convenía encontrar a la figura que resolviera deudas que iban camino de la toxicidad. Más perdería Bankia si la operación hubiera ido al matadero y el Valencia no tuviera con quien pagar (¿o de verdad estaba Bankia en disposición de firmar tratos mejores?, ¿'los empresarios valencianos', llamados así en célebre eufemismo, dónde han quedado?).
"El acuerdo es bueno para Bankia, para Lim y, desde luego, es fenomenal para el Valencia", decía Goirigolzarri, un señor aparentemente confiable, ya el pasado 11 de junio en el único gesto público de cercanía entre unos y otros. Si todo era tan bueno, cómo se podía deformar tanto el trato...
Lo cierto también es que, dentro de la negociación pura y dura, del tacticismo de atrezzo bélico, resultaba paradójico comprobar como ante una de las únicas soluciones palpables planteadas para el banco y también para el Valencia, la fricción ha sido tan grande y ha habido tan pocas concesiones a la alianza, mientras que en cambio, cuando la fundación del Valencia (hola Tachi) ni pagaba a Bankia ni lo intentaba, entonces reinaba una placidez caribeña, casi cubana.
De ese desequilibrio en las respuestas ante los hechos es desde donde partieron muchas de las suspicacias. Respuestas como el comunicado en el que el banco firmaba la sentencia de muerte a la refinanciación, emitido, con poca casualidad, en el momento en el que Salvo arengaba (porque Salvo no habla, arenga) en pro del refinanciamiento. Eran señales.
Sin la participación de Salvo, y esto es sólo suponer -pero lo supongo mucho-, es probable que Lim ya no formara parte del juego e incluso que el club estuviera en manos de otros.
Salvo es el personaje. Cinturón negro de las artes populares. Un azuzador al que no le importan demasiado las formas si se trata de alcanzar su Ítaca. No es un verso suelto, es un poema entero. Un poder asilvestrado. No deja de tener cierta gracia que fuera la administración pública quien lo eligiera para el cargo.
Lim tiene mucho que agradecerle. Si hablamos de fidelidad a una causa, Salvo, insisto en ello, es el Karanka de Lim en versión muy mejorada. Ha ejercido mejor las funciones de portavocía, con más pasión, y con mejores resultados. Ha hecho todo el trabajo sucio.
De otro modo Lim difícilmente hubiera estado en disposición de comprar uno de los 15 clubes europeos de siempre a tan buen precio. Difícilmente hubiera gozado de tanta exclusividad desde el propio club (¡qué altavoz!). Difícilmente hubiera podido sobreponerse al trato preferente del banco hacia otras ofertas y al recelo por la suya. Sin Salvo, y su lucha de barro, Lim sería otro Wanda del proceso.
Todo lo que ha rodeado la venta es poco ejemplarizante, poco recomendable, para una sociedad moderna (nadie podría pensar que un club abocado a lo peor por sus propios dirigentes iba a salir de ésta con delicadeza). Qué diferentes eran las cosas cuando la fundación del Valencia ni pagaba ni lo pretendía. En esos días, paradojas, sí reinaba la dulzura.
Desde ahora, lo otro: demostrar que empieza la enmienda a la totalidad a un modelo de gestión de décadas -entre la megalomanía y la inopia- que condujo al Valencia a la la desidia, hasta ponerlo al borde del cierre.
Ojalá sea el fin a aquella placidez de cuando nadie se preocupaba por poder pagar a Bankia.