El reportaje | Un portero con mucho carácter
"¿Dónde está el chico que me quitó los fotógrafos?"
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Así recibió Franco a Quique, aquel que se subió al larguero del Bernabéu Fotos con leyenda. Enrique Martín es el Quique portero del Valencia de los años 50 que en la final de Copa del 54 (3-0 al Barça) se sentó en el larguero de una portería del Bernabéu para celebrar el triunfo de su equipo. Al día siguiente, en El Pardo, Franco le tiró de las orejas
Tomás Guasch | 19/09/2008

Jacinto Quincoces, nuestro entrenador, me había dicho antes del partido: "Si ganamos puedes subirte al cielo". Lo recordé y pensé: "Al cielo, no; pero al larguero sí me subo. Y me subí. Ya había hecho cosas parecidas Siempre recordaré el morrón que me pegué al bajar". Quique, 84 años, 62 felizmente casado con su Montse, una catalana que conoció cuando jugó en el Barça, mira divertido la fotografía. Su prodigiosa memoria nos traslada a aquella tarde de junio de 1954 en Madrid
"El Bernabéu acababa de inaugurar su tercer anfiteatro, entonces entraban más de cien mil personas. El caso es que acabó el partido y se produjo una invasión de hinchas del Valencia, y yo me quedé atrás, lejos de donde Franco entregaba la Copa a Puchades, nuestro capitán. De pronto, ¡zás!: me subí al larguero y lo vi todo divinamente". Los fotógrafos se fueron hacia él. Uno de ellos el mítico Finezas, autor de las grandes fotos del Valencia de la época.
"Se montó un revuelo a mi alrededor, pero lo más gracioso sucedió al día siguiente", relata Quique. Era entonces costumbre que el campeón de Copa visitara a Franco en El Pardo después de la final. "Apareció él y preguntó: "¿Dónde está el chico que me quitó los fotógrafos?". Y es que pasó eso: se vinieron todos a por mí y se olvidaron del palco del Bernabéu".
El Valencia ganó con goles de Fuertes, dos, y Badenes. En el Barça jugó Luisito Suárez, apenas tenía 18 años. "Lo habían fichado del Coruña después de que el Valencia desestimara su contratación. Irurraspe, el entrenador que había hecho campeón de Segunda al Mestalla, se fue al Coruña y aconsejó su contratación al Valencia. Estuvo probando unos quince días con nosotros, pero no convenció a Quincoces y acabó en Barcelona".
En aquella final, Puchades se merendó a Luis como el Valencia al Barça. "Puchades ha sido el mejor jugador valenciano de la historia", asegura Quique, cuya historia es deliciosa: "Yo jugaba de mediocentro en el Villarreal. Era amateur y los jueves me entrenaba con el Castellón ¡de portero! Me encantaba y acabé fichando allí. Un día, Vidal, que era el entrenador, me preguntó si me atrevía a viajar con el equipo a San Mamés, nada menos. Pérez, el portero titular, estaba arrestado en el cuartel Jugué y con sólo tres partidos en el Castellón me fichó el Barça".
Primero se interesó por él el Espanyol. "Querían ficharme por cinco años y retenerme otros dos más. Nos reunimos en Barcelona y quedé en contestarles un par de días después. Mi sorpresa fue que nada más llegar a mi hotel se presentaron el Marqués de la Mesa de Asta, presidente azulgrana, y Agustín Montal padre. Yo iba a cumplir los 18. Me dijeron que sabían de mis conversaciones con el Espanyol y que si no arreglábamos, allí estaban ellos. Me pusieron un contrato en blanco y eso me echó en sus brazos".
Aquel era otro fútbol, desde luego. Al tercer año de su contrato Quique se lesionó en una rodilla y se pasó dos años sin jugar. "Acabando mi última temporada pasé por el club para despedirme. En estas que apareció Montal padre, me saludó y me dijo: "Bueno, Quique, buen verano y hasta la Virgen". Se refería a la Virgen de Agosto, el día 15, cuando volvían los equipos a trabajar. Le contesté que no, que mi contrato había acabado y que iba a despedirme. Montal decidió entonces algo insólito: me renovó por otros cinco años y me dobló la ficha".
Pero el uruguayo Enrique Fernández, entrenador de aquel Barça, no lo vio tan claro. No confiaba en la rodilla de Quique, que después de casi un año sin jugar pidió al club que le dejara salir. "Pepe Samitier, secretario técnico del Barça, me hizo ver que allí cobraría los cinco años sin problemas, pero llegó el Valencia, me pidió que pasara una temporada de prueba y estuve siete años en Mestalla. Yo no tuve suerte en el Bar si no me rompo la rodilla igual no habrían conocido ustedes a Ramallets".
Allí coleccionó anécdotas, "quicadas" le llama él. Una tarde, en el Bernabéu, le pitaron tres penaltis en contra al Valencia. En el tercero, desesperado, se situó junto al poste en plan rebelde. "¡Es que era un robo!", se excusa Quique. Lo más grande es que lo paró. "Lo tiró Molowny, que era fenomenal, y sí, lo detuve". En el viejo Metropolitano no tuvo la misma suerte en otra tarde loca. "El árbitro pitó el final ganando el Valencia 2-3. La gente protestó y nos hicieron volver al campo pese a que ya estábamos en el vestuario. Muy pronto pitaron penalti a favor del Atlético, a Juncosa: no lo fue. Lo tiró Ben Barek, cuya actitud me sorprendió: tras pitarse el penalti se armó un lío de mil demonios y él fue el único que se mantuvo frío, ajeno a todo. Llegado el momento chutó y marcó".
En la final del 52 no se subió al larguero sino que se tumbó sobre la línea de gol. "Nos la ganó al Barça por 4-2 en la prórroga, y cuando me tumbé vino a verme el árbitro. ¿Qué haces?, me preguntó. Nada, le contesté. Descanso. ¡Como no me chutan!". En Bilbao hizo que un partido acabara siete minutos antes del 90. "Perdíamos 7-0 y pitaba Azón, un catalán. La pelota fue a córner y le dije: "Pite ya, acabemos con esto". Miró el reloj y me dijo que faltaban eso, siete minutos. "Perfecto. Estamos 7-0. ¿Quién le va a protestar? Tiró el Athletic el córner y pitó el final".
Del Valencia pasó Quique al Levante, donde se retiró como jugador e hizo historia en su banquillo: fue el entrenador del primer ascenso granota, en 1963. "Aquello fue una broma, un equipo juvenil pero bien hermanado logró el ascenso. Nos mantuvimos un año pero luego vendieron a los mejores (Serafín, Vall, Domínguez, Wanderley, Calpe) y descendimos". En Valencia conoció al primer holandés de nuestro fútbol, Faas Wilkes: "Si jugaba salíamos con un gol de ventaja, era extraordinario".
Como extraordinarios eran los viajes de la época. "Un Barcelona-Vigo empezaba el jueves en coche cama, pasábamos el viernes en Madrid y por la noche, otro tren hacia Galicia. Ahora se entrena demasiado y la gente se lesiona demasiado también. En mi época, aquel día en Madrid lo aprovechábamos para ver museos, para pasear por la ciudad, si acaso alguna charla táctica. Pero de entrenarnos, nada".
Un par de meses después de su larguerazo, el Valencia volvió al Bernabéu en partido de Liga histórico: "Fue como la Supercopa de ahora, ellos campeones de Liga y nosotros, de Copa. Les ganamos por 1-2 y fue el partido del famoso marcaje de Magriñán a Di Stéfano, al que anuló". Durante años, el "te marca mejor que Magriñán" fue un chascarrillo popular en toda España. "Sobre todo para definir el control de las mujeres a sus maridos", concluye Quique, el portero que se subió al larguero.