«El club ha perdido su esencia, queda un escudo, un estadio y la equipación»
Publicado: 19 Ene 2015 10:04
Vicepresidenta con Soler, y se atreve a hablar.....«El club ha perdido su esencia, queda un escudo, un estadio y la equipación»
Mariola Hoyos, Exdirectiva del Valencia y de la Fundación, fue vicepresidenta de Juan Soler y presidió el Patronato hasta que en 2009 llegó la ampliación de capital, ahora el juez espera su testimonio
Mujer, esposa, madre, exempresaria y valencianista de profunda convicción personal. Mariola Hoyos luce orgullosa un apellido que inevitablemente la arrastró hace ya algunos años hacia el Valencia y con posterioridad hacia la Fundación, ese órgano que por unos y otros se convirtió al mismo tiempo en la salvación y en el principal problema del club. Hija de presidente (Melchor Hoyos precedió a Francisco Roig), vivió sus propias experiencias en el palco cuando fue directiva de la sociedad y cerró con posterioridad -a su pesar- un ciclo cuando fue presidenta de la Fundación, de aquella que ni de lejos aspiraba a llegar a manejar millón y medio de acciones.
Ahora, Mariola Hoyos es la única persona a la que el juez ha dado luz verde para que testifique en la causa que se sigue contra Manuel Llorente, Társilo Piles, Javier Gómez y José Luis Olivas. Ella, precavida hasta el extremo, avisa para evitar hipotéticos conflictos: «Quizás piensen que sé más cosas de las que realmente sé». Es probable que en función de lo que diga Hoyos decida el juez tirar para un lado u otro. A Andrés Sanchis, el accionista más batallador e incómodo de los últimos años, el juez le ha tumbado todas las pruebas. Sólo sobrevive una, la que dará voz esta mujer en fechas aún por decidir.
La acusación de la querella califica de «anómalo» el retraso
Un día, siendo consejera del Valencia -una de las pocas mujeres relacionadas con el fútbol de élite-, Juan Soler le llamó por teléfono. Era de noche ya. «Mañana te voy a nombrar vicepresidenta». No le dio tiempo ni a pensárselo. Aceptó.
Mariola Hoyos, pese a su apariencia y su tono dulce, no es de esas personas a las que se les pueda quizás intimidar fácilmente. ¿No se considera usted responsable de no haber sabido evitar el desaguisado que se montó en el Valencia y que trajo la ruina y la reciente solución final? Encaja la pregunta, toma aire y responde: «Todos los que hemos pasado por ahí lo somos de alguna forma... pero yo personalmente traté de dejar lo mejor de mí misma. Ha sido todo por errores de unos y de otros. También me incluyo, por supuesto».
Su educación le salva de atizar todavía con mayor dureza a personas como Manuel Llorente, aquel que la apartó de la dirección de la Fundación (había que poner en marcha aquella manoseada ampliación). No lo traga, como tampoco a Francisco Roig («soy de otro talante»). Puestos a repasar personajes, el peso de los acontecimientos le fuerza a descubrir al verdadero Juan Soler (le tilda de «soberbio»), mientras que habla con cariño sobre Jaime Ortí: «Mi presidente». De Salvo se mantiene, por ahora, a la expectativa. Y de Peter Lim lo acepta con rebeldía resignación.
Por partes. Sobre Llorente no tiene ninguna duda. Es conocida su animadversión hacia él y las continuas pausas en sus respuestas son para mantener, en lo posible, la corrección en su discurso. «No soy por naturaleza reencorosa, pero no siento simpatía ni admiración por algunos... Sencillamente creo que lo han hecho rematadamente mal. Estamos hablando de Manolo Llorente y sus... secuaces. Siempre tuve una relación poco fluida con él. Vino un día a pedirme que dejara el cargo, cuando en ese momento no era nadie. Ni patrono. Me lo pidió con la fuerza política, porque fue un presidente puesto por los políticos que después fueron los mismos que le quitaron».
Cogió el testigo de Carlos Pascual en la presidencia de la Fundación y la empujaron en 2009 a salir. Ya se había cocido en la retaguardia la ampliación de capital y el papel de la futura Fundación. Dimitió. «Dilaté el proceso todo lo que pude, no puse ningún tipo de facilidades. No consideraba que la Fundación se utilizara para fines mercantiles como se utilizó. No estaba concebida para eso y no era el vehículo para hacer esa ampliación. A todos nos entró un poco el miedo por lo de Dalport, que parecía el coco. Esa ampliación fracasó».
Presente. ¿Se imaginaba en algún momento dónde acabaría el club? «Nadie en esta ciudad. No sé si hay algún vidente que se lo pudiera imaginar. Llegamos a un punto en el camino que todos nos dimos cuenta de que lo que no hemos sabido hacer los de aquí tendrían que hacerlo los de fuera, nos guste o no». Cuando sale en la conversación el nombre de Peter Lim su verbo se acelera alimentado por sus creencias. «Personalmente no me gusta que se lo haya quedado gente de fuera. Todavía me queda algo del sentimentalismo que me inyectaron de pequeña. Este Valencia ha perdido parte de esa esencia. Queda un escudo, un estadio y una equipación pero ya no queda nada más. Cuando veo a la familia Lim en el palco se me revuelve el estómago. Vamos a decir que me impacta. Si pienso un poco más: ¿Hasta dónde hemos llegado o qué identidad hemos perdido?».
Todo el valencianismo, el de pie de calle y el 'otro', desconoce qué pasará en el futuro. Hoyos lo contextualiza con sencillez: «Es una incógnita para todos. Ha venido un señor con mucho dinero y poco sentimiento, o ninguno, y todo dependerá de las pretensiones de este señor. O del negocio que pretenda hacer, aunque suene un poco 'heavy'. No ha comprado un club por sentimiento ni por su valencianismo».
De momento el compromiso de Peter Lim sobre el que está la ciudad pendiente -paralelo a los logros deportivos- es la finalización de las obras del nuevo Mestalla. Para el Centenario debe lucir. Aunque para ella pueda tener algo de «impersonal, ahí no me he sentado yo con aquella silla de enea».
¿Qué puede pensar de todo esto la afición? «La gente lo que quiere es ir a Mestalla y seguir luciendo la bufanda. Probablemente le gustaría que el Valencia siguiera siendo de los valencianos, pero desde el momento en el que se convierte en Sociedad Anónima eso cambia las cosas. Parece que nuestro espíritu y nuestro sentimiento hubiera prevalecido más pero eso ya se ha perdido. ¿Qué pueden hacer estos señores de fuera a los que el sentimiento les importa un pepino?».
Es inevitable hablar de las causas. ¿Por qué se ha llegado a esto? ¿En qué se momento falló? Blanco fácil, por el tema de la construcción del nuevo estadio, es Juan Soler, el que le dio el sillón de la vicepresidencia. «Juan se equivocó en la forma de verlo, en el planteamiento. Consideró al club como una de sus empresas» ¿Fue soberbio? «Mucho. No me gusta hablar mal de nadie, pero Juan era una persona que estaba convencida de que estaba en posesión de la certeza y la verdad, y que se dejaba poco o nada guiar ni aconsejar. Perdón por la expresión, pero era como el 'yo me lo guiso, yo me lo como'. Empleó aires de grandeza muy irreales. El nuevo estadio fue un error y el tiempo ha dado la razón a los que así lo creíamos».
Los políticos valencianos
Hasta los políticos valencianos dieron su visto bueno a aquella arriesgada incursión. Luego, la Generalitat tuvo que entrar en escena. «Los políticos han intentado arreglar el desastre pero no han podido y cuando nos dimos cuenta estábamos en manos de un banco. El banco es igual que el dueño actual del club, no tiene sentimiento valencianista. Se encontró con un marrón impresionante y tenía que salir de él. Le importa el club un pepino, como cuando tiene que quitarle a un señor su casa. Pensábamos que se iba a respetar... pero no se respeta nada. El banco es un negocio».
El Valencia de hoy en día juega muchas veces con un trivote en el centro del campo y también se asienta en su organigrama bajo otro trivote. El que forman Peter Lim en la cúspide, Lay Hoon y Amadeo Salvo. «Si Hoon es válida me parece perfecta. Seguimos siendo muy pocas las mujeres que tienen cierta presencia en el fútbol y en ese sentido me alegro».
A la hora de hablar de Salvo su versión está llena de matices. Admite que lo conoce poco, que ha mantenido dos o tres encuentros con él pero conforme avanza su exposición va descubriendo su opinión. «Estoy buscando la respuesta políticamente adecuada para definirlo. Es un presidente tan impuesto como lo fue en su momento Manuel Llorente. Cuando entró Amadeo, lo hizo porque esta ciudad busca un presidente para el Valencia. Él se prestó, desde luego. Tengo buenos amigos a los que se les propuso presidir el club en esas circunstancias y no lo aceptaron. Él lo aceptó de buen grado. Pero luego se ha ido acomodando en el sillón».
Un calificativo para Salvo: «Cien por cien populista», responde con el siguiente añadido: «Pero sin el carisma de Jaime Ortí». Desde luego, la evidencia del rol de Salvo en este Valencia es claro: «Ha sabido devolver la ilusión perdida a la afición, que falta hacía. Se le podía haber vuelto todo esto en contra pero la afición, por encima de que venga un señor de Singapur o de Massalfassar, quería ver un Valencia capaz de competir con Madrid y Barcelona. Y eso se ha sabido vender bien. Eso sí, a Salvo lo tirará un señor que se llama Peter Lim. Es un presidente no elegido por la afición. En el momento en el que el inversor no le guste irá a la calle».
Como a todos, «me gustaría volver a ver un Valencia competitivo, un equipo campeón. Eso es lo que queremos todos que pase», pero no por ello acepta así como así la clasificación. Es crítica en lo deportivo. Lo de Nuno no le acaba de convencer del todo. «No me gusta a lo que está jugando el Valencia, en realidad lleva tiempo sin saber muy bien a qué juega». Se atraganta con la eliminación copera y con la renovación de Nuno: «No creo que hiciera falta hacerlo tan deprisa, pero como todo supongo que se deberá a intereses económicos».